martes, 24 de agosto de 2010

TEOLOGIA DE LA LIBERACION

Teóloga de la liberación


Introducción


El planteamiento del socialismo del siglo XXI en la Venezuela Bolivariana de hoy es un planteamiento de fondo que desafía no sólo el intelecto del pueblo, su academia, su sabiduría popular y soberana, sino toda la realidad venezolana.

Un desafío que trae consigo además muchas consignas de esperanza para la reconstrucción y la transformación social, en la búsqueda del espacio vital digno y soberano que se merece este pueblo. Una de estas consignas es la de dar a luz un nuevo humanismo, centrado en la justicia como valor supremo, ni individualista ni materialista, un humanismo liberador y en relación solidaria y recíproca con todo lo que le rodea, en contraposición con el humanismo cruel y depredador que nos ha legado el modo de producción capitalista y el neoliberalismo.

Según lo que ha opinado públicamente Touraine (2006), se podría decir que el planteamiento del socialismo del siglo XXI en Venezuela constituye la búsqueda de una nueva “expresión política” que ayude a curar los males sociales que no se pueden solventar por la vía del capitalismo. Pero también, un intento (válido por cierto), de plantearse una nueva política de ruptura (2006).


En todo caso, parece conveniente pensar en este planteamiento como una alternativa real y posible y no como un simple discurso político, o una ilusión de soñadores ingenuos, o como un simple debate que busca un nombre para apodar o ubicar en alguna categoría política un proceso como el que se vive actualmente en este país.

Hay que advertir también que es importante participar en este debate, porque este es un escenario en el que las mejores ideas, los ideales más nobles, las precisiones más ciertas, serán las que mejor contribuyan hacia el logro de esa mejor “expresión política”, socioeconómica y cultural para esta experiencia particular venezolana.

I. La realidad venezolana actual: transición hacia la sociedad de la plena
inclusividad.

1. La vía: superación del capitalismo y neoliberalismo
Como planteamiento de fondo el socialismo del siglo XXI se orienta hacia la superación del capitalismo como modo de producción y el neoliberalismo como aparato ideológico político que lo sustenta. La principal razón por la que el capitalismo debe ser superado tiene que ver con la catástrofe humana que ha ocasionado en todo el mundo, debido a las grandes desigualdades económicas y la exclusión social y la destrucción ecológica que ha producido. Según cifras aportadas por James Petras en el 2004 un 80% de la población humana vive en estado de pobreza, y va en aumento, lo cual deviene como consecuencia directa de una distribución desigual de todas las riquezas mundiales, las cuales se distribuyen en un 90% parta apenas un 20% de la población, y el resto de la humanidad debe sobrevivir con lo poco que queda.


2. El capitalismo no puede resolver los problemas que le son inherentes.
Tal como señalan Valderrama y Mena (2006), el modo de producción capitalista se realiza mediante una dinámica de competencia feroz entre los actores económicos, la ética del lucro individual, cada quien buscando egoístamente la mayor ganancia posible culminando en la apropiación individual de la riqueza social por una minoría. El resultado es una falta de atención a los problemas sociales. “Es así que la alimentación, la educación, el trabajo, pasan a ser problemas individuales y, por lo tanto, de solución imposible para el grueso de la población” (2006: 73).

Pero la problemática de la exclusión social es sólo una parte de la situación nociva generada por el capitalismo. Hay que mencionar también la problemática de la destrucción del medio ambiente, con su consecuente desequilibrio, como parte de un proceso de destrucción que se ha desatado y que amenaza seriamente la vida de todo el planeta. Y, según señala irónicamente Hinkelammert (1996), el capitalismo celebra la eficiencia y la racionalidad con las cuales esta destrucción se ha llevado a cabo, lo que a su parecer es más bien una gran irracionalidad de tipo asesinato-suicidio, ya que está cada uno de ellos (los capitalistas) serruchando la rama sobre la que se halla sentado el otro, sin darse cuenta que cada uno irá cayendo en un orden establecido por el mayor o menor grado de eficiencia. “El más eficiente queda de último, y cae de último al abismo. Aunque esté convencido de lo contrario, ha cortado precisamente la rama sobre la que él estaba sentado” (Hinkelammert, 1996: 368).


Esta realidad viene a agravar la situación para los más pobres, ya que entre muchos otros males que les sobrevienen por este proceso de destrucción en marcha, los recursos naturales se agotan (como el agua por ejemplo) y los centros capitalistas, principalmente Los Estados Unidos de América, ya se preparan para apropiarse de lo poco que queda en provecho propio, ignorando por completo las necesidades de las grandes mayorías empobrecidas y excluidas.


¿Y qué decir sobre los beneficios de los grandes adelantos tecnológicos y científicos que le han resultado tan caros al grueso de la humanidad en el modo de producción capitalista? (la farmacéutica y la biotecnología, las tecnologías de la información y el software, entre otros) ¿Cuáles han sido los costos humanos y ecológicos que hemos tenido que pagar? ¿Quiénes los disfrutan? Ciertamente no las mayorías excluidas, quienes no sólo sufren desplazamientos en los trabajos por las máquinas y la tecnología, sino que cada vez viven problemas más graves de salud, y en general todo tipo de males sociales, en medio de la gran modernidad que se ufana de su mal llamado “progreso”, con sus signos de opulencia y derroche de las minorías enriquecidas de esta manera ilícita.

Por todo lo dicho, no se puede esperar que el sistema que ha generado tan grandes contradicciones sea capaz de aportar las soluciones y transformaciones sociales que se requieren, porque el capitalismo se alimenta justamente de esas contradicciones y de esa gran masa de excluidos y excluidas.


3. Del capitalismo hacia la creación de la sociedad donde todos y todas quepan.
Hinkelammert (1996) explica la realidad del capitalismo total y la ética del mercado bajo la cual vive actualmente el mundo como una fuerza compulsiva de hechos que terminan por imponer una sociedad en la que nadie cabe. Para la disolución de dichas fuerzas, señala el autor, hay que echar mano sin más demoras de una ética de la solidaridad.


Pero el capitalismo es antihumano por naturaleza y genera destrucción ecológica y humana a gran escala, en vano esperan quienes todavía aspiran a que el capitalismo se vuelva solidario, más humano y más justo.


El capitalismo nunca será un sistema de equidad y justicia porque el valor supremo del capitalismo es el tener más, y para ello debe derribar a su paso no sólo a sus competidores, sino también todos los valores que le son contrarios, como la justicia, la igualdad, la solidaridad, la cooperación mutua, la preocupación por los más débiles, los Derechos Humanos, la soberanía y autodeterminación de los pueblos, el equilibrio ecológico, entre otros, porque estos valores sólo estorban el libre desarrollo del sistema para la mayor ganancia, que es el fin último del capitalismo.


También esperan en vano quienes todavía sueñan con la realización del bien común, o el aumento de la competitividad de las economías del tercer mundo que promete el libre comercio. Porque como bien han dicho los representantes de dicha ideología, para ello se necesita que el libre comercio se desarrolle plenamente, sin limitaciones de ningún tipo, lo cual ha significado ya un horror para millones de vidas humanas en todo el mundo, sin mencionar la vulnerabilidad en la que quedan los Estados naciones que se han dejado seducir por esta ideología (Hinkelammert, 1998). Aunque es necesario precisar que existe una diferencia entre los Estados naciones imperiales y los Estados naciones del tercer mundo, pues los primeros, lejos de debilitarse, se vuelven poderosos y necesarios en este esquema (Petras, 2004).


Ya ha quedado demostrado que, aunque el comercio ha crecido como un gigante, lo único que se ha logrado es una descomunal concentración de las riquezas en pocas manos, de tal suerte que el mundo actualmente le pertenece a las 500 mayores compañías y bancos del mundo, de los cuales casi un 48% son de los EEUU, un 30% son de la Unión Europea y el 10% son japoneses. “En otras palabras, aproximadamente el 90% de las mayores corporaciones que dominan la industria, la banca y los negocios son estadounidenses, europeas o japonesas” (Petras, 2004: 11). Y esto no es producto de la eficiencia y la buena administración sino que es un resultado directo de las de las políticas estatales de Estados Unidos y la Unión Europea (2004).


Cabe señalar que una de estas políticas de Estado es el ALCA y los TLC que Los Estados Unidos lograron imponer en algunos Estados naciones de América Latina, sobre lo cual señala Petras:


El apoyo de los Estados Unidos al ALCA se debe a los beneficios exorbitantes que obtienen con las políticas de libre mercado y la creencia de que el acuerdo consolidará el marco necesario para la continuidad de las ganancias. La desintegración de las economías de América Latina y la descomposición de sus sociedades únicamente entrarían en los cálculos de Wall Street y Washington si llegaran a producirse revueltas populares, en cuyo caso Washington está preparado para imponer un control militar, pero no para modificar las condiciones de explotación (2004: 65).


Según lo anterior, el ALCA no es otra cosa que un mecanismo de explotación, en la competencia del mercado, que elimina las economías más débiles, como es el caso de las economías de América Latina que entraron en esta dinámica y que no tienen posibilidades reales de sobrevivir bajo las condiciones del ALCA.


Por todo lo señalado, la sociedad donde todos y todas quepan, sólo puede ser posible si, como señala Hinkelammert, aparece una mediación que subordine la ética del mercado a la ética de la solidaridad” (1996: 377).


La ética de la solidaridad enrumba nuestro horizonte hacia la creación de una sociedad de iguales, una sociedad que realice colectivamente el bien común y garantice la mayor suma de felicidad posible para todos y todas. Esto sólo se logrará mediante la superación del capitalismo y la subordinación de las fuerzas compulsivas del mercado al respeto de lo humano y de la vida como tal. Y el socialismo del siglo XXI es un camino posible.

II. Aproximaciones al debate del Socialismo del siglo XXI en Venezuela
Como se ha señalado anteriormente, el planteamiento del socialismo del siglo XXI en Venezuela es el generador de un gran debate en el cual todas las instancias, los sujetos históricos y las instituciones sociales y comunitarias tienen algo que decir. A continuación señalamos alguna de las líneas gruesas que forman parte del debate, las cuales es necesario abordar de una manera más profunda. Y sólo de manera sugestiva, se analizarán también elementos de un posible diálogo entre lo religioso, lo político y lo social, para la creación colectiva del socialismo del siglo XXI, el nuevo Estado y una nueva humanidad en Venezuela.

1. El socialismo del siglo XXI en la ruta de Venezuela
Es importante el punto de partida del debate sobre lo específicamente
Venezolano en la creación colectiva del socialismo del siglo XXI. En ese sentido, hay que agradecer la clarividencia de José Carlos Mariátegui cuando advirtió: “No queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano” (Mariátegui, citado por Carlos Lanz, 2006).


Esto no quiere decir sin embargo que no se tomen en cuenta las experiencias de los socialismos que se vivieron en Europa. Es sólo que hay que partir de la propia realidad y valorarlos a partir del propio contexto. Valderrama y Mena (2006) sugieren un análisis equilibrado de las causas del retroceso del socialismo en la Europa del Este, ya que se han escrito materiales muy interesantes al respecto, pero el enfoque es eminentemente capitalista, lo cual produce un desequilibrio en la comprensión de dichas causas, y comprenderlas en forma integral es importante para enriquecer la experiencia propia.

2. El tema de la propiedad social: nudo central en el debate del socialismo del siglo XXI en Venezuela

En el capitalismo el modo de producción es privado, y se sustenta sobre la
propiedad privada. En el socialismo tanto el modo de producción como la propiedad deben ser sociales. Este es el nudo grueso del debate. Actualmente son muchos los planteamientos en ese sentido, pero todos deben ser analizados con ponderación, debido a lo que está en juego. Lo que sí está muy claro es que el capitalismo produjo la apropiación de la riqueza social por una minoría y por consiguiente una sociedad dividida. En ese sentido, el capitalismo no realiza la felicidad y el bien común de todos y todas. Entonces, necesariamente el modo de producción debe ser social, el fruto del trabajo debe ir a la sociedad y la sociedad repartirlo con justicia (Valderrama y Mena, 2006). Y la sociedad debe ser una sola, una sociedad de iguales con un único interés, el bienestar de toda la sociedad. Y sólo en una relación social de producción se garantiza la posibilidad de una sociedad en la que todos y todas quepan (Hinkelammert, 1996).

III. El Socialismo del Siglo XXI en Venezuela y la creación del nuevo
Estado y la nueva humanidad.

Lo determinante de la economía en el socialismo es la propiedad social de los medios de producción y la distribución justa y equitativa de la riqueza social, lo cual sólo podrá viabilizarse si se transforma también el Estado. Esto supone el fortalecimiento ético, económico y político del actual Estado venezolano. (Valderrama y Mena, 2006).

Este fortalecimiento ético del nuevo Estado exige cambios profundos y transformaciones estructurales, como bien señala el profesor Carlos Lanz (1996). En ese sentido, el nuevo Estado necesita profundizar en las nuevas formas de participación política y ciudadana y consolidar las nuevas formas de descentralización del poder. Deben debe viabilizarse inteligentemente los poderes creadores del pueblo (Preámbulo Constitución 99), la ciencia y la tecnología deben recuperar su pertinencia social, hay que promover una relación armónica con la naturaleza, fortalecer el desarrollo endógeno, promover una cultura de la solidaridad, con reivindicación del enfoque de género, incluyendo a todos los sujetos históricos tradicionalmente olvidados (la negritud, los indígenas, los jóvenes, la tercera edad, los niños, niñas y adolescentes). Un Estado donde todos y todas quepan.


1. Una nueva humanidad, una nueva conciencia
Casi sin darse cuenta, las personas en la sociedad capitalista y neoliberal
se tornan egoístas, como consecuencia de la insana competencia del mercado y la ideología sustentadora del sistema que consumen, y también por el imperativo de la sobrevivencia. Esto hace que desaparezcan de su ámbito personal los valores de la solidaridad, la cooperación mutua y la ética comunitaria, empujándoles sin remedio a la búsqueda exclusiva del bien propio. Por eso es necesario, en el socialismo del siglo XXI en Venezuela, procurar también la aparición de la nueva conciencia ciudadana, una nueva subjetividad, una nueva mentalidad (Lanz, 2006). Una conciencia solidaria, cooperacionista, amante de la justicia, de la igualdad y la equidad, con apego a las normas, la transparencia, la inclusividad.

2. Socialismo del Siglo XXI en Venezuela y ética espiritual: la mediación del cristianismo liberador

Los elementos éticos espirituales para la creación de la nueva humanidad sólo se pueden encontrar en una espiritualidad de la liberación (no necesariamente cristiana). Es decir, una espiritualidad situada desde el compromiso por la vida plena. Una espiritualidad capaz de encarnarse también en el contexto de cambios y transformaciones sociales que se viven actualmente en Venezuela. Una espiritualidad que haga causa común con las luchas sociales, y a favor de todas las reivindicaciones sociales.

En ese sentido, no todas las espiritualidades están en la capacidad de dar aportes significativos. En el caso específico de las espiritualidades cristianas (católicas, evangélicas, reformadas, carismáticas, etc.) las hay de enfoque intimista (sólo interesa el bienestar del yo intimo), espiritualizantes, que separan cuerpo y espíritu, y sólo les interesa lo espiritual, por lo tanto no tienen interés en las luchas sociales. Y otras son dogmáticas, es decir son más importantes las tradiciones y doctrinas de la iglesia, lo cual ven como único principio de autoridad para la vida de fe.

En el caso de las espiritualidades cristianas un recurso posible para ayudar en la transformación social y aportar hacia la creación de una nueva conciencia y un nuevo humanismo es la corriente del cristianismo liberador. Porque es la espiritualidad vivida y sentida desde un profundo apego a la justicia, la equidad, la igualdad, la solidaridad, la transparencia y todos los valores humanos y valores éticos morales que deben afirmarse en la nueva conciencia humana para una nueva realidad sociocultural y sociopolítica.

CONCLUSIÓN
A manera de conclusión, bastarán sólo unas pocas líneas para señalar que este debate aún no termina. El proceso de diálogo y reflexiones críticas que se han adelantado hasta ahora no han agotado el tema, por eso mismo constituye todo un reto de participación que no se debería menospreciar.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Enciclopedia Hispánica. 1999. Vol.9. Versailles, Kentucky: World Color Book
Services

Hinkelammert, Franz. (1996). “Una sociedad en la que todos quepan: de la

impotencia de la omnipotencia”. En Duque, José. Editor. 1996. Por una
sociedad donde quepan todos: Cuarta Jornada Teológica de CETELA.

Teología de Abya-Yala en los albores del siglo XXI. San José: DEI

__________ (1998). El grito del sujeto: del teatro- mundo del evangelio

de Juan al perro-mundo de la globalización. San José: DEI.

Lanz, Carlos. 2006. Aportes para el debate del Socialismo del Siglo XXI: Tesis

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